Tendencias políticas
Cuando Luisana me advirtió que cuando viera a Juan nos íbamos a amar eternamente, no lo creí. Nos saludamos de lejos, como los perros cuando se huelen el culo y siguen de largo. Era un bicho raro al que le gustaba el boxeo, amaba el boxeo. No sé que cosa me gustaba a mí. Pero lo que más me pareció raro era que escuchaba Perales con la poca fuerza de un viejo y me dedicaba canciones al amanecer. Ninguna amorosa, por cierto. Con el tiempo, con la ebriedad con la que nacen las s obrenaturales amistades nos hicimos amigos y las canciones se volvieron amorosas, aunque ya no me las dedicaba. Un día comenzamos a hablar en un tono más alto de lo que pensábamos. Eramos de tendencias políticas totalmente opuestas. Él era de las bases más endógenas, más populares, arraigadas a la opresión de "La Jaula de oro" y a llevar los golpes de la vida, del "Cocotero". Yo no, replicaba, yo era más bien todo "chévere" donde todos se erigirían como reyes, donde se vi