Día 3

Nos fuimos tomando un café hasta llegar a un sitio raro donde unos viejos bailaban boleros. Una casa enorme azulada a la que le entraban unos escasos rayos de luz. "Entonces el arquitecto me dijo que esta y la otra la demolerían. Le quitarían el techo y los viejos podrían bailar libremente y sin problemas bajo el sol" "¿No te parece raro que gustandote tanto la ciudad quieras ver menos paredes?". Levantó los hombros respondiendo entre un no me importa y un no es mi problema. Y atrás ella rio como si se metiera en nuestra conversación. Cabello largo, negro y una tela roja cubriéndole el cabello, no podría llamarsele pañoleta. "¿La conoces?", pregunté. "No, pero podemos intentarlo", dijo. "Ey, ¿ese no es el perro de Andrea, de Andrea, de Andrea? Ella volteó, miró y rió. No habia ningún perro. Después de mucho tiempo descubrimos que tampoco tenía uno.

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