Adiós luz que nos apagaste


Cierre de centros comerciales, restricciones de cines y divertimento público, cada día la ciudad, esta, Caracas, se vuelve trabajo, fila y encierro. Pérdida del espacio público, obligación de lo político. Una desmetaforización de la vida como cárcel con las puertas abiertas. Cada vez más la ciudad se hace menos vivible ¿En que siguen creyendo?

No basta con el tempranerismo, esa insulsa forma de decirnos a la camita porque hay un toque de queda no pactado. El sistema de gobierno es hacernos no pensar, sino buscar sin siquiera encontrar algún producto básico o uno innecesario.

Entre causas y consecuencias, la evidencia es clara, no hay dólares y no hay productos. Qué más hay que dilucidad, la administración otorgamiento y en dado caso la supervisión de estos pertenece al gobierno. No a la lumpenburguesía roja que aplaude cuando es amparado por dos nefastas razones: la política de lo ajeno o la aparición fantasmagórica del mesías.

Al tempranerismo, a ese detrimento del disfrute del espacio público, que quieren opacar con todos los suena caracas posibles, se le suma el transporte público pero no esa nefasta sensación de nuevos taxis con precios viejos que funcionan como propaganda -eso sí es pagarse y darse el vuelto- sino al autobús que corcovea por las vías.

Hoy se detiene uno de La Panteón-Montalbán al lado de otro, el chofer mira resignado a su colega, "mírale los cauchos lisitos. Tenemos más de 30 unidades paradas sino es por caucho, es motor, es batería, es alternador, es tren delantero" La lista se hacía larga y más que por la parada pensar en todo lo que podía faltarle a ese mismo autobús decidí bajarme.

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