Ninfomanía: Silencio y dolor.

Von Trier no es digerible, para nada, pero Nymphomaniac suele caer tan bien como un pescado a la orilla de la playa. Pude usar otra metáfora pero la relación con la pesca es inherente, porque es el recurso que usa el director como comparativa con el impulso sexual, con ese dato estilístico que es el pre apareamiento. Incluso, a aquel -como a mi- que no haya sabido apreciar a la pesca como un deporte estilístico, mucho más que cualquiera, empieza a hacerlo. Al final, Von Trier reafirma aquella teoría social que tenía y sigo manteniendo: todo está relacionado con el sexo, no hay tema que no se le pueda adherir, no hay uno que sea inherente. La magia del director está en eso, en saber hacer con sutileza la simbiosis.

El cierre de la trilogía de la depresión, que comenzó con el Anticristo (2009) pasando por Melancolía (2011) logra una fusión de sus dos anteriores, que hace de esta pieza de casi cinco horas algo más procesable por lo menos en cuanto a narración, porque en concepto el danés es irreductible. Adhiere elementos gráficos que desencajan al espectador habitual pero no disgusta. Es como el anzuelo que cazó al pez que observa.

Ninfomanía, a diferencia de sus predecesoras, va incorporando más diálogo que hace una perfecta sincronía con su innegable excelsa fotografía como ella sola. Donde la relación, como es habitual en esta trilogía, es un colinde entre la naturaleza subyacente a punto de acabarse pero que aún se mantiene bella, como la propia película. Una metáfora al declive humano que dentro de su ruptura con la normalidad suele contar -y decir- mejores historias. La estética de este filme, el genio de Von Trier reside en captar con ojo acusioso-minucioso, ese punto entre un suspiro y el último.  Ninfomanía son muertes residentes, constantes, aquello que llaman los franceses La petite mort. Una resaca sexual mal curada. 

Impacta que, aunque en ella habite menos la música, suele ser de las tres ser la más musical. Acaso un encuentro sexual es un organismo de ondas mudas, que se escucha al tacto. Bien lo decía Fito Páez, el silencio lo es todo. 

Su(s) personaje(s) cohabitan en un aura sexual que termina fraccionando el dolor, haciendo del vicio, del impulso sexual una confusión, un limite muy difuso.Así, Ninfomanía no es tan monstruosa, en su acepción de temible, ligera como una comida bien apreciada pero que, al final, siempre duele. Silencio y dolor, the enfant terrible lo volvió a hacer.

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