Pero no cambies nada, T.S.
Desde que escuché a Jeunet hablando sobre la muerte en el cine decidí verlo, una y otra vez. Acaso algunos recuerden a Amelie y es que a veces las voces no cambian, se repiten como la de los cantantes favoritos esperando ser escuchada una y otra vez en los escenarios. La película es una adaptación hecha por el guionista Guillaume Laurent de la novela The Selected Works of T.S. Spivet, del escritor Reif Larsen, que narra las aventuras de un gemelo dicigoto de doce años, al que le tocó ser el inteligente -más bien, el raro para alguien que nace en una granja- el mozart científico, que atraviesa el país con el peso de la culpa y sin el conocimiento de sus padres para recibir el premio consagratorio en el Smithsoniano. La obra, como he dicho antes, tiene la estética reincidente del director, pues se manifiesta dentro de los paradigmas de la introspección del personaje principal que juega con los devaneos de la fantasía individual, que dentro de la curiosidad del espectador se